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Aprender de nuestros errores en el diseño de experiencias

    Rosenfeld Media ya ha presentado su próxima publicación. Un trabajo de Victor Lombardi con un título muy sugerente: Why We fail?.

    Una pregunta directa que esconde a su vez muchos interrogantes pero que parte de un planteamiento muy didáctico sobre los cientos de proyectos que no han cuajado y de los que podemos aprender muchas cosas.

    Nos hemos acostumbrado a escribir o leer sobre buenas prácticas y sobre éxitos imparables que ofrecen una buena experiencia de usuario. Pero ¿qué hay de aquellos proyectos olvidados?.

    Por recordar un caso conocido, Enrique Dans nos hablaba precisamente ayer de Orkut, una red social creada por un empleado de Google en 2004 que a pesar de tener éxito en países como Brasil o la India fue básicamente ignorada por el resto. Ahora, la popularidad de G+ puede que se deba en parte a los errores que se hayan podido cometer con Orkut y la propia compañía habrá sabido aprender de ellos.

    No se si es el caso más significativo pero como Orkut existirán otras muchas iniciativas similares, abandonadas por no satisfacer expectativas, no trabajar con una estrategia clara o por no ajustarse a las necesidades e intereses de los usuarios a las que se dirigían. De una u otra manera todos tenemos en nuestro cajón de los recuerdos proyectos de este tipo y, siguiendo la idea principal del libro de Lombardi, no estaría mal desempolvarlos y revisarlos para saber qué sucedió en aquel momento y qué falló.

    Por otro lado, y siguiendo la línea del libro, creo que otro tema interesante podría ser analizar qué ha permanecido en todos nuestros proyectos. Algo así como el denominador común, tanto en los procesos como en el producto interactivo final. Quizás sea una buena idea para poder identificar rasgos básicos, elementos similares, soluciones cercanas que hemos empleado en todos nuestros trabajos.

    Es posible que te lleves alguna sorpresa al ver esa constante. Irremediablemente y a pesar de la evolución tecnológica y social, ciertas cosas permanecen porque forman parte de nuestro estilo personal o profesional, de nuestra forma de trabajar o de nuestros «vicios ocultos».